El árbol seco en el fondo del patio,
donde de chicos trepábamos con la inocencia pura,
sin la humana ambición de adueñarnos del cielo.
De la arcaica esperanza nos queda
un primitivo sabor a derrota en los labios
desde que olvidamos el beso.
Tus brazos, cansados, mis piernas, inmóviles.
Los ojos lloraron hasta el hastío y, aún así,
no hemos medido las consecuencias de no amarnos.
Amar en silencio, como última recurso
antes de seguir destruyendo al amor con la banal
costumbre del palabrerío innecesario.
Saborea el bronce y el olvido antes que ni eso nos quede,
sonríe que detrás de nuestro olvido llegan otras esperanzas
que también destruiremos.
Porque somos humanos,
animalitos tristes destinos al olvido.