He vuelto el rostro a las tardes placenteras
He vuelto el rostro a las tardes placenteras
en las que tus ojos eran, por momentos,
toda la paz, necesaria, verdadera, que tenía.
He dado la espalda esta tarde a todas tus caricias,
me he perdido en otro laberinto si notar,
¡ay de mi! que te perdía.
No he querido dejarte como te dejé, esperando.
No busqué jamás el despertar de esa lágrima
inocente y sincera y más aún, bien merecida.
No he dejado de amarte ni he perdido la razón
que nos unía.
Solo he vuelto el rostro a tu inquietante dulzura
por un mínimo tiempo esta tarde
para descalzarme, no de ti, sino del mundo
mientras sigo en esa huella desprolija y ciega
de lo que ha venido al mundo para ser cambiado.