De huesos rotos compones triunfos ignorando
la muerte que conlleva tu deseo.
Alejaste de ti un sueño verdadero por tu cobardía y ni
ahora comprendes lo triste del desaire que has vivido.
Escoges frutas podridas y te arrodillas ante higueras secas.
Como un profeta advertí tu necedad y,
conociendo el triste mito de Casandra,
desoíste a quienes acudieron por tu vida.
Acaso no entendiste que el ciego cuando mira ve mas lejos
de lo que tu, vidente vanidosa de lo material,
te atreverías a sospechar.
Te entregaste,
porque era mas cómodo el lecho de un elfo y dudaste
del poder del nigromante.