Gritar hasta que un orgásmico hastío en la garganta
nos seque la cavernosa boca por la que exhalamos.
Un grito desgarrador nos debemos ante el fin inevitable
de las cosas. Nos debemos ese regalo.
Impedir que los huesos se conviertan en harina seca y polvoriento
ungüento que asfixie.
Quiera el cielo, ese inhabitable donde pululan nubes bobas,
no nos atraigan otra vez las falsedades.
Desearía desear. Quisiera querer.
Me perdí en la ultima linea de un delirio que robe a una extraña.
Me colgué por voluntad y decision propia de la cruz
y ¡que lleguen, si se atreven, los carroñeros
de la ultima hora!
Antes voy a lamer otra vez tu heridas,
a curar tu lepra o contagiarme,
da lo mismo.
No voy a morir sin lastimarte con amor.
No me resigno, no bajo los brazos que no te abrazan.
Lamento lo que no ha sido como se llora a un hijo
que muere en el útero porque allí donde aun no hay vida
¿como es que llega la muerte?