A imagen y semejanza de la sombra y de la nada

A imagen y semejanza de la sombra y de la nada.
Millones de individuos únicos e irrepetibles
jugando a ser la viva imagen de su Dios.
Acaso todos, y cada uno, lo sea.
Acaso ninguno lo sea ya y la evolución sea el pecado,
el éxodo obligado del Edén.
He sospechado alguna vez que el Dios de los cristianos
ha sido un mono bípedo que no evolucionó. .
Acaso seamos apenas el resto desdibujado de algún
animal prehistórico y carnívoro
más que de un ser capaz de la inteligencia y el arte.
La Belleza, sin dudas, no es un atributo divino.
Es más la guerra, la ira violenta y el hambre los rasgos de Dios.
El Dios de Abraham, de Jacob, y de Moisés,
el mismo que enseñó la guerra y el saqueo al pueblo hebreo,
no era un Dios de la belleza sino un fuego redundante
en las arenas del desierto.
A su imagen y semejanza se ha creado su mundo:
un fuego abrazador en un desierto sin agua.
Dios es el Obsoleto, la repetida
exageración de lo que ya sobraba.
Dios, el hambre y la sed en el desierto.