Soy el autor de estos versos

Soy el autor de estos versos,
el autor de estos sueños que se rompen como olas
para llevarse en la marea la inocencia y la esperanza.
Soy el poeta, aunque nunca haya sido poeta.
Soy el que canta al amor y al olvido, al desengaño y si los canto
es porque sé que nada se ha perdido.
Soy el autor de mis verdades. El dueño de mis respetos.
Soy el único que he sido porque no tengo tiempo que perder
siendo otro.
Soy porque he sido y soy porque quiero ser y seguir siendo.
Soy el recuerdo también de todas nuestras tardes.
Soy el que mantiene vivo el sueño, y la ilusión que has perdido.
Soy yo, el que siempre he querido, porque nunca me olvido de mi camino.
Sé que a veces lo he equivocado, y sé también que en mi dolor la he lastimado,
pero soy este que sigue vivo mientras tu sueños han muerto.
Soy el que tiembla todavía con un beso.
El que espera en los lugares a los que nadie regresa.
Soy el camino que he perdido porque me he convertido
en mis pasos. Soy el cantor, el poeta, aunque ni rime ni cante.
Soy el que se ha hecho de tierra y con lágrimas se ha convertido en barro.
Soy el que se ha hecho viento para avivar el fuego.
Soy el que tiene miedos y el que fracasa en cada paso
porque es mejor ser de barro que de oro hueco.
Soy el que he contado en mis versos. Nunca me he disfrazado de nada
aún cuando la verdad era el traje ridículo y patético de lo que he perdido.
Soy el que ha llorado, gritado, amado hasta el cansancio y lo sigue haciendo.
¿Quién soy yo?, preguntas.
Soy el que fue tu dueño y caminó a tu lado en el camino ciego.
Soy el que no ha soltado nunca la mano de los que lo han amado.
El que ha jugado como niño y nunca con los juegos que juegan los adultos.
Soy el que no ha perdido la inocencia de sonrojarme ante el halago
de una mujer verdadera.
Soy el que se ha cuidado de todas las trampas de los que juegan sucio.
Soy el que no ha temido jamás enfrentar al olvido de tu nombre y sin embargo,
siempre estuvo a tu lado.
Soy el poeta, el cantor, el sueño, el miedo, el dolor, y las lágrimas.
Soy todo lo que he sido y más, porque aún no he sido el que seré mañana.

No escuches lo que digo cuando la tarde me aturde

No escuches lo que digo cuando la tarde me aturde,
soy solo un hombre que muere en el olvido.
Tanto odiar, la guerra comienza a ganar
el espacio en el que el amor crecía.
Aquellos que nunca se detienen en el amor se pierden,
los dos, en cada ocasión que pierden de encontrarse.
Fuera, entre los tilos y el cielo, se extienden
infinitos caminos pero ninguno lleva contigo.
Y entonces a mi, la noche me lleva a la libertad poética
de hablar y ser versos resistiendo al alba que ya viene
con amenazas de otro día y de esa otra muerte,
la de esperar todas las cosas que soñamos sin suficiente convicción.
El viento nos lleva lejos, donde crecen silvestres los últimos retoños del recuerdo,
una brisa nos despierta del sopor del verano caliente
y en la tierra los pies se queman aún cuando pisan la frescura de la orilla:
en la mano una flor y una nota de despedida que dejo en el mar para que se la lleve,
pero las olas siempre la devuelven a la orilla
y así nunca terminas de irte donde no pueda seguirte.

Con todas mis aguas hice un desierto

Con todas mis aguas hice un desierto.
Lo alojé en mi brazo izquierdo,
lo senté en un trono
y le dí mieles.
Lo hice sin arenas, por los relojes
y por esa cuestión del tiempo.
Lo hice con la sed de todas mis aguas.
Lo hice para no beberlas.

Cuídate de mí, de mis arrebatos

Cuídate de mí, de mis arrebatos
que voy por tu conquista como un cruzado.
Cuídate de mí, como de un enemigo:
que al amor no se le piden permisos.
Cuídate de mí, que no tengo el tiempo
de andar preguntando si me quieres:
me querrás porque me me lo he propuesto
y no daré tregua en tu conquista.
Cuídate de mí, que mientras tanto,
yo cuidaré de ti para tú me quieras.

Y dicen que la tarde se quebró y el cielo se abrió


Y dicen que la tarde se quebró y el cielo se abrió,
que el Templo se rasgó, que sortearon su manto,
que mojaron una esponja en vinagre para darle de beber.
Ellos dicen que murió, y luego resucitó.
Pero no dicen que el pan nos cuesta más de lo que podemos cargar
en nuestros hombros,
que se nos mueren los que amamos,
que nos abandonan.
No dicen que estamos solos porque los hombres no somos asunto de
Dios.
No dicen que hay pesadillas peores que las que nos despertaban de
niños,
ni que el esfuerzo es siempre inútil o que la humanidad no tiene
esperanzas,
ni que los panes se multiplican en la despensa del rico mientras el
pobre se muere porque es pobre
y el enfermo porque está enfermo.
Besamos la cruz de rodillas y nos devolvieron el infierno.
Pero eso no se dice.

A cada verso tropiezo dos veces con el mismo nombre

A cada verso tropiezo dos veces con el mismo nombre.
Debería la experiencia conjugar mejor los versos
para que el pretérito no se haga presente
tan frecuentemente.
Una mañana de estas me sorprenderá el futuro
con los labios pintados de tu color
y tendré que darme explicaciones
sobre como debería un hombre
aprender de sus errores.
Como si fuera poco tener que seguir vivo
tengo cada mañana que barrer tu sombra
de debajo de mi cama y revisar
que no haya en mi boca ningún beso tuyo
de esos que dejaste, más que por olvido
por indiferencia la última vez que estuviste.
Te faltó delicadeza a la hora de irte ya que pudiste,
como un detalle o una gentileza,
haberte llevado también tu recuerdo.

De una materia que no es la de los sueños

De una materia que no es la de los sueños
está hecho el amor.
Otro irrealismo es el que ciega al enamorado,
otras fantasías, que poco tienen que ver
con lo onírico o la descontextualización
que los hechos tienen en el sueño.
De algo más que subconcientes deseos
está forjado este sentimiento que me desvela.
No es un sueño amarte, ni una fantasía.
Menos aún irreal esta sensación de querer tu compañía.
Que el estómago no acepte alimento,
o que el cansancio nunca sea suficiente para dormir
las horas necesarias de descanso
poco y nada tienen de alucinada irrealidad.
Esta sensación de necesitarte sin que seas necesidad
ni falsa puede ser ni mentira o exageración.
Aquí, sin tu presencia física y tangible,
no se vive y menos aún, se sueña.
De una materia que no es la de los sueños
está hecho el amor.

Tu también, te me vas.

Tu también, te me vas.

Tu y yo
sueño es.

Mas de qué
viviré
si te vas.

Yo soñé
una vez.

Y tu ¿por qué
no soñaste también?

(Versos al Adagio de la Sonata Nº14, Claro de Luna, Beethoven)

A todos el dolor nos ama y el amor nos duele

A todos el dolor nos ama y el amor nos duele.
Nos persigue el fatídico olvido
en lo que hubiéramos querido recordar y
en lo que no hemos podido olvidar
Nos parecemos un poco a la primavera y al otoño
que no terminan de ser
verano o invierno.
Como árboles secos que no terminan de caer. La vida
nos golpea con la muerte
y el abandono.
Nos hacemos fuerte atravesando tristezas, y no alegrías.
Lloramos por amores que mueren de un día para otro después de largas e invisibles agonías.
Nos cegamos con fuerza y nos volvemos débiles. Nos confundimos,
vemos el mundo a través de ventanas de vidrios empañados
y, a obscuras, deambulamos, tanteando la suerte más
que los merecimientos.
A veces, porque queremos y sufrimos, nos arrastramos y otras,
como lagartos, nos descansamos al sol
que nunca dura más que un corto verano.
Todos tenemos uno o dos muertos,
un único primer amor que siempre será eterno,
alguna canción que nos recuerda que si la hubiéramos cuidado aún estaría con nosotros,
unas cuántas anécdotas graciosas,
alguna vergüenza que solo conocen los privilegiados.
Nos sobran preguntas de lo que pudo haber sido.
Nos sobran respuestas de lo que si fue.
Vivimos hasta que morimos, algunos menos. Los menos, más aún.
Vivimos porque nacimos un día, así de simple es,
y que hayamos despertado esta mañana es un buen síntoma de seguir vivos.
Hasta que la muerte nos separe
tenemos vida, que es también una obligación.

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?
Tus senos ocultando la verdad y mi sed
sin descanso, refugiada entre tus piernas.
Nos simulamos un alma en la carne, nos confundimos
sin perder nunca de vista ese punto negro al final.
Jugamos a la desesperación con tanta pasión que por un instante la muerte no existe
y los cuerpos desnudos nos engañan, nos mienten:
el amor es una amenaza de vida ante la infinita muerte
esperando.
La esperanza de en un orgasmo terminar con todo de una vez
y no volver
a la escasa realidad que nos rodeaba antes de quitarte la camisa.
Dudar de todo, fingir la fe en tus senos,
aferrarme a tus muslos en un desesperado intento de crear
un Dios que nos salve y nos de la eternidad.
Todo acaba en un segundo y no hemos muerto.
La vida sigue desesperada después de todo el engaño de dos cuerpos desnudos.
Aquí, allá y en todas partes humanos
escondiéndose en el vientre
de una mujer que no va parir jamás esperanza
ni consuelo.
¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos sino la desnudez eterna
de nuestras soledades?

Crece un árbol sin pensar en el hacha

Crece un árbol sin pensar en el hacha
y sin embargo, sueña con ser guitarra.
Ambición de eternidad.
Esperanza agónica del sentimiento trágico
de ser y querer ser siempre
sin el límite incierto de la forma.
Permanecer y durar
a pesar de la muerte.
Seguir la escalada vertiginosa hacia la evolución y soñar,
con resignada esperanza,
con una forma de eternidad que nos alcance.

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan
en plena noche,
pero al despertar descubro que era un sueño que dormías junto a mi.
Nada es real en esta ausencia donde cada mujer
que cruzo no eres tú, donde
todo está para recordarme que no estás.
Las sillas en las que no te sientas, la mesa en la que no comes,
o el quiosco al que no vas por cigarrillos.
La señora de la esquina, que no conoces. El perro que duerme en la plaza y que nunca te ha ladrado
por despertarlo con tus pasos.
Las tazas que no ensucias pero igual lavo fingiendo que sí.
La cama en la que no duermes.
Las mañanas, las tardes, las noches y otra vez las mañanas
inútiles que pretenden ocuparme con pequeñeces de la vida y yo que quiero, únicamente, extrañarte, pensarte, soñarte,
para que esta ausencia no lo sea todo. Porque me niego a no tenerte.
Porque resisto, lucho, por tenerte. De tanto soñarte tal vez un día, te me hagas realidad.

Y yo queriendo que te quedaras

Y yo queriendo que te quedaras
cuando querías irte.
Insistiendo en un pasado imperfecto
mis manos quisieron acariciar la sombra
de una que se había ido
y yo, sin darme cuenta.
Quise atraparte, encerrarte en un presente sin futuro
y tu, "¿para qué quedarme?" me preguntaste
y yo, que no tenía respuesta
que quisieras escuchar.
Se nos fue un invierno tratando de olvidarnos.
Se nos fue la vida por no lograrlo.

La cama vacía, la vana luna

La cama vacía, la vana luna
de cada noche.
Las voces rotas de gritar un te amo
que vuela hasta caer agotado en la tierra,
a menos de la mitad de la distancia
que nos separa.
Los días, las horas, el descubrimiento
constante de nuevas formas de extrañarte.
De aquí hasta allí, otra vez,
intento recorrerte en un poema que no te toca.
Tengo los versos cansados de tanto
no poder abrazarte.
Me haces falta donde antes me bastaba
el espacio vacío de una ausencia.
Ahora todo es nuevo,
redescubro el cielo, la luna, las estrellas
buscándote en ellas
como si fueras,
y sé que no lo eres,
un sueño que estaría por hacerse realidad.
Me muerde la ansiedad,
me pregunto si la luna está esta noche tan hermosa
porque tú la miras al mismo tiempo
que yo.
Me lleno de curiosidad por cosas que antes
apenas notaba.
Todo esta ahora más presente en tu ausencia
porque todo esto que toco y veo es el mundo,
es todo lo que tengo, todo
lo que me rodea,
y es y puede ser, cualquier cosa,
menos tu.

Una mirada cobarde tuve para ti esta noche

Una mirada cobarde tuve para ti esta noche
y he perdido este sueño
como un niño
cuando,
ante su primer amor,
no encuentra consuelo en el encierro
perenne de su secreto deseo.
Los mismos miedos me abrumaron,
tus ojos me perturbaron,
humillaron mi hombría,
los temí acechando mis noches más difíciles,
Me acobarde,
temí perderte y no tuve
el valor de luchar para tenerte.

Yermo páramo de soledades

Yermo páramo de soledades,
estériles, vacías.
Marchito el jardín de las rosas
no éramos, como pretendimos,
árbol perenne.
Ásperas las ramas desnudas,
clausuradas las venas con la savia escasa,
insuficiente.
Planta en la sombra infinita de un patio tapado,
durando
en la inercia tediosa de esta vida inerte.

Tu sombra es tu parte más dificil, tu olvido


Tu sombra es tu parte más dificil, tu olvido
tu después, tu nunca más.
Tus puertas cerradas, tu no, irremediable.
Como tormenta de verano dejas el sabor de una frescura
que se anhela y se ha disuelto lentamente
en el calor que vuelve con más fuerza.
A veces vuelves a pasarme como un milagro imposible
que se insinúa ante las propias narices.
Pero todo pasa y nada queda.
Como todo, como yo.
En este mismo cuarto bailabas tus canciones preferidas,
esas que copio sutilmente en mis versos esperando
un guiño de complicidad que no llega,
como nada llega, como nada vuelve.
Como vos, como todo.