El corsario

Entre las velas ardientes de las naves vencidas
   se aferra el corsario a su madera:
   ha perdido su batalla, ha caído
ante otro hombre.
   Los restos de su navío son su alma,
   ardiendo, hundiéndose.
   Ha sido derrotado y ahoga su pensamiento
en ese mar que lo ahoga.

No hay dolor que le sea ajeno
   y el océano ya no le parece infinito
   ahora que lo ve desde adentro.
Ninguna vida es ajena,
   y la muerte ya no le parece infinita
ahora…