Nadie miraría el mar si las olas fueran viento
o las sirenas canto y muerte en un solo ungüento.
¿Se atreverían acaso los hombres a ser solo suelo
y arcilla seca remediando al tiempo?
Porque ha de saberse la cifra exacta de arenas y espumas
para crear mares que sean verdaderos;
nadie ha venido al mundo para pacer solamente,
sino que somos más que el césped que comemos.
Hartos de un tiempo sin ceses,
de un costal de ausencias y de espantos,
viven en caverna los hombres de la civilización:
son como bestias aprendidas por saberes primigenios
y en presuntuosa felonía habitan, ocupan para siempre
los cielos de la humanidad.
Pero hartos de la saciedad fatua, de barrigas huecas,
de inmortalidad genital
se han levantado contra el firmamento los hombres
¡se han sublevado!...
¿quiénes se atreverán a desafiar la ira de los rebeldes?
Los dioses, apagados desde el tiempo inaugural,
no darán a los hombres siquiera el movimiento
de una de sus sombras.
En el lugar sin tiempo donde sueñan los seres que duermen
y las nubes nacen y el cielo pare las fracturas del destino
la indiferencia se hace hembra de las almas inmortales.
Sobrios de autosuficiencia preparan el banquete
y se empachan del vino que trae el sueño
donde dejaran de soñar a los hombres.
En el ángelus se precisarán las formas contra el horizonte,
danzaran en el fuego las seducidas hijas
de la humanidad sublevada;
se entregaran a orgiásticas celebraciones las mujeres que amamos
y los hombres serán devorados por la lujuria tantálica
y la esperma del dios en sus mujeres.
Cuando finalice la noche veremos los cuerpos yacer;
las vírgenes violadas guardaran dioses en los vientres
y ya no pertenecerán a los hombres,
ni a la existencia.
Los licores han traído nuevos sueños y,
los que antes soñaron a los hombres,
nuevos hijos sueñan.
Nadie cantara mañana victoriosas marchas,
ni retornaran los esplendores a la humana fábula.
El olvido campeará entre las sombras y, cuando vuelvan
los hombres a la historia, seremos otros los que leeremos
en las piedras veladas inscripciones.
Nadie miraría el mar si en el pudiera leerse
la acción cumplida de los hombres,
ni los cielos, si ellos hablaran de quienes los habitan desde siempre.