que abandonan el hogar aún siendo niñas.
El poeta ha de saber llorarlas en silencio
si las ama, y olvidarlas.
Algunas son amores de tiempos infinitos
que siempre tendrán el nido en su pecho,
otras, solo compañeras de ocasión,
serviles mujerzuelas de un rato
que añorará en su absurda nostalgia.
Pero todas las palabras tienen alas,
y se marcharán
más tarde o más temprano.