Ven, Mujer, con tus pies desnudos

Ven, Mujer, con tus pies desnudos
a pisar la alfombra de mi cuarto, a poblar
las soledades de esta casa.
Trae tus hojas secas y hagamos primaveras
que están marchitas las tardes de oír
el murmullo de las lluvias burlándose de mi.
Trae tus besos para celebrarlos con vino,
que rediman ellos el fantasma
de un beso que ronda el cuello de mi camisa.
Mi gran aventura en la vida, por tus formas desnudas.
Ven, Mujer, que ayer soñé contigo lamiendo mis heridas:
bebías de mi cuerpo alguna sed antigua
y eras una dulce madre contándole a su niño historias
para dormir.
Ven, Mujer, con las palabras que me amas escritas en tus senos
a que las lea como un ciego.
Ven, Mujer, hagamos eterno el amor.

Inconcluso

Ahogada de lejanas utopías,
como la lluvia o tus besos,
sigue la vida.

Cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas...

Cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas...
es el monstruo que el amor crea,
alimenta de ilusiones,
y divide.
Dos brazos, dos piernas, una cabeza...
es el monstruo de la soledad.

Será el amor un invento de poetas

Será el amor un invento de poetas pero
prefiero el sueño a la teoría de la ciencia.
Que no va besarme mi mujer por hablar de economía
y eso sí que es ironía:
¡todo el pensamiento puesto
en obtener una ganancia
y ni un beso ganar en todo el día!
Que prefiero un literato a un funcionario y eso
que no le falta verso y es puro cuento la política.
Que me siento más seguro entre tus piernas
que en un cuartel de policía.
Que me duermo pensando en tus abrazos
más que en la comida que tendré o en medicinas
y que dos besos tuyos serán más
que mil palabras en el diario de mañana.
Puede que el amor sea un invento de poetas
y que ya no esté de moda,
pero ven a besarme esta tarde, y
no te demores, que la soledad ahoga.

Del amor sé la sombra. De lo demás...

Del amor sé la sombra. De lo demás,
las luces falsas de neón. Que sólo el amor
es verdadero, aunque ilusión y sueño.
Que tampoco el mundo es real y de la misma
cosa que la mentira está hecho el universo.
Somos de corto entendimiento, vemos
solo aquello que con los ojos vemos.
Nos falta el sentido de sentir.
Cierto que de pan vivimos y cierto también
que tenemos urgencias materiales que atender,
pero finalmente, solo de amor morimos,
y será el amor una mentira, o la mentira,
pero no hay mentira que se parezca más a la verdad.

Quizá deje un verso

Quizá deje un verso
en la última hora.
Uno pequeño
y humilde
que descanse
los sentidos.
Quizá deje un verso
que te nombre en el silencio
y te cuente
que tuve un lindo día
pero de mucho extrañarte.
Quizá deje un verso
que mendigue una lectura,
pero es un verso mio
y te lo hice dedicado.

A Borges

Las líneas sobre la piel del tigre,
los repetidos pasillos del laberinto,
los senderos que se bifurcan,
los infinitos recuerdos de Funes.
Los múltiples caminos de la locura
por los que un ciego buscó con desesperación
a un Dios que la razón le negaba.
Finalmente, cuando las dos fechas
en la piedra lo abrazaron,
una sombra de inmortalidad
recibió al moderno Homero.

Amaba el viento los delicados brazos del árbol

Amaba el viento los delicados brazos del árbol.
Lo amó primero en silencio, luego
con una brisa suave se atrevió a enamorarlo.
El árbol correspondió el amor y fueron una
danza de hojas y vientos enamorados.
Tuvieron su suave primavera en la que el viento acariciaba
levemente y el árbol daba sus mejores flores.
Se conocieron, se amaron y se dejaron envolver
por un verano de ardientes tardes y desveladas noches.
Pronto la pasión se convirtió en costumbre y
se hicieron mutua y suave compañía en el otoño.
Cuando la rutina trajo amaneceres con escarcha
al viento lo entorpeció el miedo y fue brusco en el abrazo
sin notar que desnudaba el fresco verdor que lo amaba.
Finalmente el árbol se sintió agobiado por la fuerza
de aquel viento enamorado y harto de sentirse desnudo
ante tal violencia se entregó al desamor.
Y el viento amó con fuerza, pero el delgado
tronco cedió y la misma fuerza con que abrazaron al amor
les destruyó el amor aquel invierno.

Dos palomas amándose

Dos palomas amándose
en los cables que llevan
setenta canales de hielo
al televisor de un matrimonio
sin pasión.
Dos palomas que se aman,
irónicamente, sobre el desamor
de toda una calle
en la ciudad.

Un beso

Un beso,
una tarde.
Hechizo de soledad
que se rompe en
una tarde, en
un beso.

He dejado mi nombre y mi rostro

He dejado mi nombre y mi rostro,
he dejado mi cuerpo
para habitar en mi sombra.
He dejado las palabras ostentosas
y la vanidad de los espejos.
He dejado la memoria a un lado
para andar sin carga.
He dejado de ser uno en el tiempo
para ser un ser nuevo a cada instante.
He dejado de ser yo, de ser
la continuidad de mis recuerdos.
He escogido ser la sombra efímera
de alguien que ya no es.

Alma, tú sabes

Alma, tú sabes
cuánto te quiero,
pero deja de llorar
un día
para que empiece
el amor
a ser verdadero.

Una cama vacía es una tumba

Una cama vacía es una tumba
con las flores secas y un retrato descolorido
aprendiendo la paciencia de la hierba cuando crece.
Una cama vacía es la nostalgia
de una silueta desnuda que aprendió el difícil arte
de olvidar.
Una cama vacía es un mundo de soledades remedadas
con la imaginación,
repleta de mujeres que habitan otras camas.
Una cama vacía es una vida vacía,
un alma vacía repleta
de camas vacías.

Rompamos los poemas escritos

Rompamos los poemas escritos,
que las fronteras son de papel,
y las personas de cartón pintado.
Quememos todos los versos
que el amor es un show en la TV.
Ya no juremos en vano
que "para siempre" terminó
en grosera carcajada.
Dejemos la poesía a los que mienten
y que el verso aprenda  alguna vez a no decir la verdad.
¡Qué pena tan grande haber dejado
la sangre en cada poema!
Olvida la lluvia, la primavera, las aves
no sea que un colibrí impida
que llenes de papel la billetera.
Muere pronto, alma, así disfruta el cuerpo
de los placeres de la modernidad.
¡Cierra la boca, Poeta,
que es la voz del progreso anunciando
el fracaso irrisorio de los libros!
Llevemos al cantor de bagualas ante un juez
para ponerle en la espalda la cruz
y en la frente las espinas.
Asesinemos a todos los que sienten.
Fingamos la verdad y la alegría,
fingamos ser felices por siempre, que igual nunca lo seremos.

Debería el verso pagarse con besos

Debería el verso pagarse con besos:
cobrar el poeta en cuidados que sanen
la herida sangrada en cada rima.
Ser su musa musa y enfermera,
vendarle con caricias la triste trama del poema.
Atender la urgencia que reclama
una metáfora corrosiva,
cerrar la cicatriz de un recuerdo
abierto en una imagen precisa y delicada.
Debería el verso cobrarse en besos,
y el beso, pagarse con versos.

Todo lo que hacemos es olvido

Todo lo que hacemos es olvido
y recuerdos que pronto serán el hueco
de un pecho abandonado por tus besos.
Pronto todo estará en manos ajenas,
tus besos serán un vino agrio que no podré beber
pero que en otros labios libarán sus deseos.
Así serán las noches, de cielos poblados de estrellas,
de luna, y de otras bellezas inalcanzables.
A tu nombre lo tacho con tinta azul
al margen de cada poema.
Tú al mío apenas si lo recuerdas y si lo usas será
para enzalsar los cuidados que ahora tienes.
¡Yo, que esperaba que esta lluvia lavara tu recuerdo
y ella, que no hace más que engrandecerlo!

En el amor las palabras

En el amor las palabras
sobrevuelan a las cifras infinitas.
Amar mucho, amar poco, amar nada, 
sobrepasan absolutos y tienen
un valor eterno.

Una flor que durará lo mismo

Una flor que durará lo mismo
que un te amo.
Para ti,
de parte de mis manos.

Cielo en blanco

Cielo en blanco
hoy no he podido
encontrar el verso
que nació en un sueño.

¡Olvidar
los cuatro versos
del poema
que soñaba
al despertar!

¡Maravillas
que contemplan
las estrellas
sin hablar!

Nubes del día:
¡reciten los versos
que la luna dicta
y la mañana quita!

Trato de llegar hasta donde...

Trato de llegar
hasta donde
tu cabello
flota
al aire
de la noche

Triste la distancia:
¡qué tus pies
te traigan!

Yo ansiaba tus alas
volando
en mi cama.

Nada tengo:
me faltas,
la lluvia me sobra
con estas palabras.

Un símbolo puede matarlo al poeta

Un símbolo puede matarlo al poeta,
una imagen precisa, afilada,
como un dardo certero al corazón
por el que llora,
puede herir a quien logró el olvido
pero más fatal será para quien sigue amando.
Debe cuidarse el poeta, que el rencor
con el que rima sus versos
más hiere al que recuerda y permanece
que al que olvida y ya se ha ido.

La distancia es externa y ajena

La distancia es externa y ajena
nunca está usted fuera o lejos:
cuando hablo, hablo enamorado,
cuando pienso, pienso enamorado,
cuando hago, hago enamorado.
La distancia es algo que pasa
fuera de mi cuerpo, y usted
habita en mi pecho enamorado.

Nefelibata, las palabras

Nefelibata, las palabras,
vagas, ansían tener alas,
maman de amapolas,
fragancia y mariposas.
La noche ha florecido.
Cantan bagualas las almas
solitarias, solidarias,
y se abrazan.
A la noche le sobran
las estrellas falsas de la casa,
con tus ojos,
ya me alcanza:
en la ausencia
siembro la esperanza.
La noche solo sorprende a quien no sabe mirar al cielo.

Del éxito

Triunfar no es lo opuesto a fracasar sino a quedarse sentado.

Cuando quiera abandonar la soledad

Cuando quiera abandonar la soledad
déjeme tomar su mano para llevarla
por caminos de hojarascas,
fumar un cigarrillo en la nostalgia
de un parque dorado en otoño,
de un arroyo helado en la campiña.
Déjeme llevarla a un lugar que no recuerde
lo que fuimos antes de esta tarde.
Déjeme reinventarnos en un paseo,
reelaborar el sentimiento dulce
de haber encontrado al fin los brazos
que soñamos durante años.

Me voy haciendo azul y solitario. El brillo

Me voy haciendo azul y solitario. El brillo 
que tenía esta mañana se diluye, se 
dispersa, se vuelve millones de 
pequeñas luces en la noche
y la piel, que se azulaba,
las atrapa. Soy la 
noche y tengo
estrellas.

Prefiero evitar un verbo obvio

Prefiero evitar un verbo obvio
como extrañar, o amar,
o los consecuentes adverbios de tiempo
innecesarios en esta despedida.
Tu decides imponerme esta tarde
que recordaré durante años con tristeza.
En vano intento apelar a un buen recuerdo
que conmueva esta frialdad con la que hablas:
hay un mañana que es irremediable para los tres,
pero solo yo quisiera remediarlo.

Tenía un verso escuálido, famélico

Tenía un verso escuálido, famélico.
Un verso que de haber tenido qué llevarse a la boca
-un bocado de pan, un beso, una verdad-
hubiera podido ser sin gran esmero un canto libre.
Pero vivió en la indigencia, mendigando una rima.
A veces cantaba en la puerta de una Iglesia
y alguna anciana con algo de memoria
le daba unas migajas de sus viejas ilusiones.
Pero el cura, que era hombre y como hombre, bestia,
y de amores sabía más que cualquiera,
lo echó una tarde lluviosa por carnal y por hereje.
Así anduvo el verso vagando por el mundo.
Salió entonces a buscar la vida deambulando
por las casas donde el pan sobraba:
en los Cuarteles cantando libertades,
en los Palacios cantando justicias,
a los Reyes les cantaba humildades
y a los Nobles les cantaba la nobleza del trabajo.
A cada lado que llegaba lo tomaban por idiota
a él, que era un verso pobre y sincero.
Entre los sabios nunca estuvo porque era verso,
entre los religiosos menos porque al amor lo esconden.
La muerte lo fue alcanzando más pronto que la vida
y el verso se hizo viejo sin hembra que lo leyera.
Anoche bajo el invierno el hijo de un labriego,
habiendo prometido serenata,
fue a cantarlo a la ventana de una necia.
Y allí, contra las limpias persianas de la hija de un alcalde,
la última nevada le cerró el pechó y lo dejó sin aire.
Tenía un verso escuálido, famélico.
Anoche murió ese verso sin que nadie lo escuchara.

Anhelo el silencio

Anhelo el silencio.
Las gotas de sabio amor
que perfumaban las tardes.
Las notas breves de jazmín
en los jardines,
la suave mañana de la infancia.
Anhelo la sonrisa de los primeros
soles en las ventanas frías del invierno.
Anhelo el verbo de los brazos
y el resultado de besarte.
Anhelo la siesta en un abrazo de cellista,
la lluvia, el frío, la excusa
suficiente para pegar dos cuerpos.
Anhelo los sueños que desvelan,
los años que soñaban,
el futuro que tenía en el pasado.
Anhelo el alma de poeta que perdí en un verso
antiguo que nunca devolviste.

Me embarga una tristeza nuestra

Me embarga una tristeza nuestra,
compartida, solitaria...
me azota la espalda esta falta que me haces
obligándome a pensarte,
a extrañarte más que como un amante
como un esclavo
de este sentimiento.
Me duele una ausencia nuestra
compartida, solitaria...
me encierra en cárceles de aire
irrespirable, envenenado
desde que no estás conmigo,
desde que abriste esa puerta
a un jardín que no es el mio.
Me adormece el alma un olvido nuestro
que es tuyo por elección
mio por necesidad y obligación.
¿Me olvidas?
Acaso lo intentas con la misma fuerza
que intento yo retenerte.

Le regalo un verso

Le regalo un verso
o, para mejor decir,
le cambio un verso por un beso.
Usted solo déjeme tocarle los labios
con un poema viejo
y, seguramente,
escrito a otro amor
que ya he perdido
o he olvidado,
que es lo mismo,
pero que esta tarde
he reescrito para usted,
con sus ojos, su boca y sus manos.
Déjeme cambiarle
este escaso poema
por un beso de su boca
confiando que el amor
justifique la injusticia
de a cambio de tanto
tan poco estar pagando.

Me había quedado dormido en la tarde

Me había quedado dormido en la tarde,
en mi viejo sillón donde un sueño me esperaba
entre las líneas de un viejo libro de poemas.
Era un tarde, recuerdo, de sol,
pero todo el cielo se obscureció de pronto
y por la ventana abierta entró tu abandono
como un animal hambriento del cercano parque.
Traías, recuerdo bien, un velo en el rostro
y un largo vestido, gris o blanco, según la luz,
según las nubes reconstruían el cielo.
En ese sueño yo no despertaba,
seguía dormido mientras tu figura de aire
flotando sobre mi se despedía.
Y yo, que escuchaba aún dormido,
no reaccionaba a tus pedidos.
Cada tanto la luz del exterior cambiaba,
tu te hacías transparente u opaca según el cielo.
Yo dormía con el libro caído sobre mis piernas
pero aún así veía tus labios moviéndose, y entendía,
con toda claridad, lo que decías.
Sobresaltado desperté con la luna en mi frente
y la tarde perdida.
Tenía ese gusto a sueño en algún lugar del cuerpo,
la certeza de haber estado en otro mundo pero ningún detalle.
Una lágrima que más sentía en mi interior que en mi mejilla
me hizo suponer que allí habías estado otra vez
con tu antigua y renovada despedida.
Y otra vez caí en el viejo sillón gastado, vencido,
sin entender cómo pude esa tarde y sin luchar
dejarte ir sin decir que aún te amaba.

Yo estoy donde me busques, pero más en tus labios...

Yo estoy donde me busques, pero más en tus labios que en cualquier otro lugar.
Vivo en la comisura de tu boca
cada vez que me nombras.
Me dejo llevar como un niño alzado
en tus palabras
para que el viento me acaricie cada vez que suspiras.
Suelo jugar de noche con tus besos
mientras duermes
y me divierto cosiendo tus sueños
a los mios
y haciendo nuestra la fantasía
de tenerte en mis brazos.
Yo estoy donde tu me quieras llevar
porque estoy en tu pecho,
dormido, soñando,
olvidando que estamos solos
y la soledad es infinita.
Me gusta quedarme allí donde vos estás
porque acá, donde ni vivo ni sueño,
no tengo tus manos
que tanta falta me hacen.

La consecuencia fue la ausencia total de emociones

La consecuencia fue la ausencia total de emociones.
El árbol seco en el fondo del patio,
donde de chicos trepábamos con la inocencia pura,
sin la humana ambición de adueñarnos del cielo.
De la arcaica esperanza nos queda
un primitivo sabor a derrota en los labios
desde que olvidamos el beso.
Tus brazos, cansados, mis piernas, inmóviles.
Los ojos lloraron hasta el hastío y, aún así,
no hemos medido las consecuencias de no amarnos.
Amar en silencio, como última recurso
antes de seguir destruyendo al amor con la banal
costumbre del palabrerío innecesario.
Saborea el bronce y el olvido antes que ni eso nos quede,
sonríe que detrás de nuestro olvido llegan otras esperanzas
que también destruiremos.
Porque somos humanos,
animalitos tristes destinos al olvido.

Toda ausencia es infinita como el recuerdo

Toda ausencia es infinita como el recuerdo
o el espacio que ocupabas en mis tardes.
Toda ausencia es tuya,
de tu inagotable recuerdo agazapado
entre mis libros, esperando
que un verso me haga bajar la guardia.
Toda la ausencia nos corresponde
como un bien común,
como un bien que leguleyos esfuerzos
pretenden dividir en vano
porque se queda, aquí, entre nosotros,
ocupando la distancia
que nos pertenece por igual.
Toda la ausencia que me dejas
cuando ya te vas de mi vida.

La noche era terrible

La noche era terrible,
pero ella sembraba estrellas cada día
para alumbrarla.
Le puso una luna hermosa que al recortarse
contra el horizonte se veía como sangre,
porque era el recuerdo de antiguos desamores.
Ya en el alto cielo, era luz pura y blanca
y fue mi sol durante meses.
Ella, que ni siquiera estaba en mi cama
ni en mis brazos,
tenía esa bella costumbre de hacer las noches habitables.

Y tu olvido, que siga tus pasos, que se pierda en la niebla

Y tu olvido, que siga tus pasos, que se pierda en la niebla.
Hoy beso el cuello invisible de una botella
con ganas de encerrarme en ella y morir
como mueren los barcos que han sido más anchos que el mar.
Prefiero la lluvia, la calle, el refugio de un zaguán
a los abrazos rotos o la mirada sucia que se le da a un perro
o al mendigo.
Me olvido, me llevo toda memoria al tiempo antes de encontrarte
para perder el día de perderte y no tenerte,
no seguir arrastrando lastimosamente estos huesos
por el panteón vacío de tus besos.
De algo viscoso y fétido está hecho el olvido. Lo sé.
La memoria se defiende con fuerza. Y el olvido es un pantano
que he intentado cruzar mil veces sin éxito. Y al final del camino
siempre encuentro tu figura desnuda recibiendo
un certero disparo de rencores. Entonces,
en algo parecido al barro lavo mis pies
para dejar en el camino mis huellas claras por si un día,
alguna tarde, o una noche de harta de estar sola
decides regresar a la confusa sensación de un abrazo
que te resulte familiar.

El amor nos sobrevuela, nos escoge

El amor nos sobrevuela, nos escoge
desde la altura incorruptible que habita.
Ave de carroña gira sobre nuestras cabezas
y cuando el momento llega
en que puede olerse la debilidad
de nuestros ánimos, en caída
veloz desciende hacia el corazón.
Entonces nos habita como nidos,
rellenando con pajas el hueco en el pecho
que llama hogar.
Hasta que un día se va, dejándonos el pecho vacío,
y los miembros muertos.

Perdón por no tener mejores versos

Perdón por no tener mejores versos...
es que su ausencia no inspira, solo duele.
Ya no se trata de escribir un poema,
sino de tocarla desde aquí, desde tan lejos.
No importa lo que escriba o cómo si no le toco el pecho,
si no le dan un beso los versos de parte mía.
Aquí no cuentan los ingeniosos juegos de palabras
ni las tristes comparaciones de su ausencia
con poéticas imágenes de la soledad
porque nada hay tan triste como extrañarla
y a esta falta que me hace no hace falta exagerarla.
No es importante que el verso sea perfecto
ni la métrica exacta, solo quiero decirle
que su ausencia es mas mía que suya
y más grande aún que la lluvia o que la muerte.
Compárela usted, si quiere, con desiertos, mares,
o con la inmensidad que quiera.
Para mi su ausencia es tan grande
que será el único poema que voy a escribir.

Quisiera poder callar los silencios con abrazos

Quisiera poder callar los silencios con abrazos,
darte gestos donde las palabras se hacen de suspiros,
acariciarte la mirada con una presencia táctil
que elimine distancia, silencios, ausencia.
Quisiera estar en tu living como estoy en tu alma,
jugar contigo como dos niños enamorados
juegan al amor de los grandes.
Quisiera cachetearle los miedos a esta realidad estúpida
e infantil y obligarla a madurar como una nuez
para sacarle el disfraz egoísta que me impide tocar tu piel.
Quisiera que fueras mía como eres tuya,
y ser tuyo como soy mio.
Tenerte como a un bien se lo tiene: tangible, real, presente.
Quisiera no cenar esta noche otro atardecer rojo
y muerto.
Quisiera.
Hoy solo quisieras tengo.
Quisiera mañana tener podamos.

¿Abrigas un desengaño?

¿Abrigas un desengaño?
También el sol con sus avaras primaveras
finge la tibieza de un abrazo.
Las flores lo saben,
son ellas quienes cuidan el secreto
que mantiene viva a la cofradía de las Frías Primaveras,
de los abrazos insuficientes,
de las noches heladas repletas de estrellas
que escuchan la soledad del abandonado.
¿Con qué fin el universo complota contra el amor?
¿Teme acaso que el enamorado le robe sus estrellas?
Conoce el tezón del que extraña y desespera
y sabe que, en cualquier momento, un enamorado,
perdidos sus ojos en su infinito estómago,
pueda quitarle una nube de colores en espiral
para obsequiar a su amada.
Sabe el Dueño del Tiempo que la esperanza
es la fuerza que mueve al tonto y a sus románticas ambiciones.
Y sabe también que no hay fuerza más grande que el amor perdido.
Y el universo entero teme, tiembla ante la idea
de que un día lo convierta en un adorno para tu casa
y te lo obsequie.

Rima tus versos poeta

Rima tus versos poeta
que fuera la ciudad arde y una llovizna
azul tiñe la noche.
Pero tú sabes nada de lluvias,
de agitadas jóvenes que bullen por la acera
porque duermes y sueñas tus sueños de poeta.
Dónde quiera que ella esté no te está leyendo
ni te piensa ya en ti.
Pero tu no sabes de olvido porque rima la memoria
con las siete sílabas de su nombre.
Olvidado está el viento, y el sol y las tardes
de cuando juntos caminaban si ser dos.

Solo, sentado sobre la ausencia y la fatídica

Solo, sentado sobre la ausencia y la fatídica
desesperanza de haber sido olvidado.
Te nombro, siete veces al día,
recuerdo la fe perdida, la anhelo y busco
por cada rincón de la casa.
Recorro el hueco de mi existencia vacía
con dedos que te acariciaban,
te deformo hasta la perfección en un recuerdo
fingido, cansado de falta de tangibles horas
a tu lado.
Tu recuerdo es un documento falsificado
que me identifica como el hombre que no he sido
y que no extrañas.

Sujétate bien al viento que el alba se lleva la noche

Sujétate bien al viento que el alba se lleva la noche
montada en sus caderas.
Detrás de la última nube ya asoma el índice astral
señalando a los culpables de la infelicidad.
El día trae justicia y los que durmieron la noche abrigados con disfraces
se desvanecerán lentamente hasta desaparecer
por completo de los corazones que velaban por ellos.

Mis otros laberintos, los del amor

Mis otros laberintos, los del amor.
La lucha que me mantiene vivo,
la jauría, tus ojos, pesadillas.
¿De quién es esta muerte
y esta vida que no sigue
más que en círculos? Los laberintos,
el monstruo eterno ahí dentro
devorando el olvido inacabado
de todas las Ariadna.

Soy el autor de estos versos

Soy el autor de estos versos,
el autor de estos sueños que se rompen como olas
para llevarse en la marea la inocencia y la esperanza.
Soy el poeta, aunque nunca haya sido poeta.
Soy el que canta al amor y al olvido, al desengaño y si los canto
es porque sé que nada se ha perdido.
Soy el autor de mis verdades. El dueño de mis respetos.
Soy el único que he sido porque no tengo tiempo que perder
siendo otro.
Soy porque he sido y soy porque quiero ser y seguir siendo.
Soy el recuerdo también de todas nuestras tardes.
Soy el que mantiene vivo el sueño, y la ilusión que has perdido.
Soy yo, el que siempre he querido, porque nunca me olvido de mi camino.
Sé que a veces lo he equivocado, y sé también que en mi dolor la he lastimado,
pero soy este que sigue vivo mientras tu sueños han muerto.
Soy el que tiembla todavía con un beso.
El que espera en los lugares a los que nadie regresa.
Soy el camino que he perdido porque me he convertido
en mis pasos. Soy el cantor, el poeta, aunque ni rime ni cante.
Soy el que se ha hecho de tierra y con lágrimas se ha convertido en barro.
Soy el que se ha hecho viento para avivar el fuego.
Soy el que tiene miedos y el que fracasa en cada paso
porque es mejor ser de barro que de oro hueco.
Soy el que he contado en mis versos. Nunca me he disfrazado de nada
aún cuando la verdad era el traje ridículo y patético de lo que he perdido.
Soy el que ha llorado, gritado, amado hasta el cansancio y lo sigue haciendo.
¿Quién soy yo?, preguntas.
Soy el que fue tu dueño y caminó a tu lado en el camino ciego.
Soy el que no ha soltado nunca la mano de los que lo han amado.
El que ha jugado como niño y nunca con los juegos que juegan los adultos.
Soy el que no ha perdido la inocencia de sonrojarme ante el halago
de una mujer verdadera.
Soy el que se ha cuidado de todas las trampas de los que juegan sucio.
Soy el que no ha temido jamás enfrentar al olvido de tu nombre y sin embargo,
siempre estuvo a tu lado.
Soy el poeta, el cantor, el sueño, el miedo, el dolor, y las lágrimas.
Soy todo lo que he sido y más, porque aún no he sido el que seré mañana.

No escuches lo que digo cuando la tarde me aturde

No escuches lo que digo cuando la tarde me aturde,
soy solo un hombre que muere en el olvido.
Tanto odiar, la guerra comienza a ganar
el espacio en el que el amor crecía.
Aquellos que nunca se detienen en el amor se pierden,
los dos, en cada ocasión que pierden de encontrarse.
Fuera, entre los tilos y el cielo, se extienden
infinitos caminos pero ninguno lleva contigo.
Y entonces a mi, la noche me lleva a la libertad poética
de hablar y ser versos resistiendo al alba que ya viene
con amenazas de otro día y de esa otra muerte,
la de esperar todas las cosas que soñamos sin suficiente convicción.
El viento nos lleva lejos, donde crecen silvestres los últimos retoños del recuerdo,
una brisa nos despierta del sopor del verano caliente
y en la tierra los pies se queman aún cuando pisan la frescura de la orilla:
en la mano una flor y una nota de despedida que dejo en el mar para que se la lleve,
pero las olas siempre la devuelven a la orilla
y así nunca terminas de irte donde no pueda seguirte.

Con todas mis aguas hice un desierto

Con todas mis aguas hice un desierto.
Lo alojé en mi brazo izquierdo,
lo senté en un trono
y le dí mieles.
Lo hice sin arenas, por los relojes
y por esa cuestión del tiempo.
Lo hice con la sed de todas mis aguas.
Lo hice para no beberlas.

Cuídate de mí, de mis arrebatos

Cuídate de mí, de mis arrebatos
que voy por tu conquista como un cruzado.
Cuídate de mí, como de un enemigo:
que al amor no se le piden permisos.
Cuídate de mí, que no tengo el tiempo
de andar preguntando si me quieres:
me querrás porque me me lo he propuesto
y no daré tregua en tu conquista.
Cuídate de mí, que mientras tanto,
yo cuidaré de ti para tú me quieras.

Y dicen que la tarde se quebró y el cielo se abrió


Y dicen que la tarde se quebró y el cielo se abrió,
que el Templo se rasgó, que sortearon su manto,
que mojaron una esponja en vinagre para darle de beber.
Ellos dicen que murió, y luego resucitó.
Pero no dicen que el pan nos cuesta más de lo que podemos cargar
en nuestros hombros,
que se nos mueren los que amamos,
que nos abandonan.
No dicen que estamos solos porque los hombres no somos asunto de
Dios.
No dicen que hay pesadillas peores que las que nos despertaban de
niños,
ni que el esfuerzo es siempre inútil o que la humanidad no tiene
esperanzas,
ni que los panes se multiplican en la despensa del rico mientras el
pobre se muere porque es pobre
y el enfermo porque está enfermo.
Besamos la cruz de rodillas y nos devolvieron el infierno.
Pero eso no se dice.

A cada verso tropiezo dos veces con el mismo nombre

A cada verso tropiezo dos veces con el mismo nombre.
Debería la experiencia conjugar mejor los versos
para que el pretérito no se haga presente
tan frecuentemente.
Una mañana de estas me sorprenderá el futuro
con los labios pintados de tu color
y tendré que darme explicaciones
sobre como debería un hombre
aprender de sus errores.
Como si fuera poco tener que seguir vivo
tengo cada mañana que barrer tu sombra
de debajo de mi cama y revisar
que no haya en mi boca ningún beso tuyo
de esos que dejaste, más que por olvido
por indiferencia la última vez que estuviste.
Te faltó delicadeza a la hora de irte ya que pudiste,
como un detalle o una gentileza,
haberte llevado también tu recuerdo.

De una materia que no es la de los sueños

De una materia que no es la de los sueños
está hecho el amor.
Otro irrealismo es el que ciega al enamorado,
otras fantasías, que poco tienen que ver
con lo onírico o la descontextualización
que los hechos tienen en el sueño.
De algo más que subconcientes deseos
está forjado este sentimiento que me desvela.
No es un sueño amarte, ni una fantasía.
Menos aún irreal esta sensación de querer tu compañía.
Que el estómago no acepte alimento,
o que el cansancio nunca sea suficiente para dormir
las horas necesarias de descanso
poco y nada tienen de alucinada irrealidad.
Esta sensación de necesitarte sin que seas necesidad
ni falsa puede ser ni mentira o exageración.
Aquí, sin tu presencia física y tangible,
no se vive y menos aún, se sueña.
De una materia que no es la de los sueños
está hecho el amor.

Tu también, te me vas.

Tu también, te me vas.

Tu y yo
sueño es.

Mas de qué
viviré
si te vas.

Yo soñé
una vez.

Y tu ¿por qué
no soñaste también?

(Versos al Adagio de la Sonata Nº14, Claro de Luna, Beethoven)

A todos el dolor nos ama y el amor nos duele

A todos el dolor nos ama y el amor nos duele.
Nos persigue el fatídico olvido
en lo que hubiéramos querido recordar y
en lo que no hemos podido olvidar
Nos parecemos un poco a la primavera y al otoño
que no terminan de ser
verano o invierno.
Como árboles secos que no terminan de caer. La vida
nos golpea con la muerte
y el abandono.
Nos hacemos fuerte atravesando tristezas, y no alegrías.
Lloramos por amores que mueren de un día para otro después de largas e invisibles agonías.
Nos cegamos con fuerza y nos volvemos débiles. Nos confundimos,
vemos el mundo a través de ventanas de vidrios empañados
y, a obscuras, deambulamos, tanteando la suerte más
que los merecimientos.
A veces, porque queremos y sufrimos, nos arrastramos y otras,
como lagartos, nos descansamos al sol
que nunca dura más que un corto verano.
Todos tenemos uno o dos muertos,
un único primer amor que siempre será eterno,
alguna canción que nos recuerda que si la hubiéramos cuidado aún estaría con nosotros,
unas cuántas anécdotas graciosas,
alguna vergüenza que solo conocen los privilegiados.
Nos sobran preguntas de lo que pudo haber sido.
Nos sobran respuestas de lo que si fue.
Vivimos hasta que morimos, algunos menos. Los menos, más aún.
Vivimos porque nacimos un día, así de simple es,
y que hayamos despertado esta mañana es un buen síntoma de seguir vivos.
Hasta que la muerte nos separe
tenemos vida, que es también una obligación.

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?

¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos ante lo inevitable?
Tus senos ocultando la verdad y mi sed
sin descanso, refugiada entre tus piernas.
Nos simulamos un alma en la carne, nos confundimos
sin perder nunca de vista ese punto negro al final.
Jugamos a la desesperación con tanta pasión que por un instante la muerte no existe
y los cuerpos desnudos nos engañan, nos mienten:
el amor es una amenaza de vida ante la infinita muerte
esperando.
La esperanza de en un orgasmo terminar con todo de una vez
y no volver
a la escasa realidad que nos rodeaba antes de quitarte la camisa.
Dudar de todo, fingir la fe en tus senos,
aferrarme a tus muslos en un desesperado intento de crear
un Dios que nos salve y nos de la eternidad.
Todo acaba en un segundo y no hemos muerto.
La vida sigue desesperada después de todo el engaño de dos cuerpos desnudos.
Aquí, allá y en todas partes humanos
escondiéndose en el vientre
de una mujer que no va parir jamás esperanza
ni consuelo.
¿Qué cosa son dos cuerpos desnudos sino la desnudez eterna
de nuestras soledades?

Crece un árbol sin pensar en el hacha

Crece un árbol sin pensar en el hacha
y sin embargo, sueña con ser guitarra.
Ambición de eternidad.
Esperanza agónica del sentimiento trágico
de ser y querer ser siempre
sin el límite incierto de la forma.
Permanecer y durar
a pesar de la muerte.
Seguir la escalada vertiginosa hacia la evolución y soñar,
con resignada esperanza,
con una forma de eternidad que nos alcance.

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan

Y tus pies fríos me rozan y me despiertan
en plena noche,
pero al despertar descubro que era un sueño que dormías junto a mi.
Nada es real en esta ausencia donde cada mujer
que cruzo no eres tú, donde
todo está para recordarme que no estás.
Las sillas en las que no te sientas, la mesa en la que no comes,
o el quiosco al que no vas por cigarrillos.
La señora de la esquina, que no conoces. El perro que duerme en la plaza y que nunca te ha ladrado
por despertarlo con tus pasos.
Las tazas que no ensucias pero igual lavo fingiendo que sí.
La cama en la que no duermes.
Las mañanas, las tardes, las noches y otra vez las mañanas
inútiles que pretenden ocuparme con pequeñeces de la vida y yo que quiero, únicamente, extrañarte, pensarte, soñarte,
para que esta ausencia no lo sea todo. Porque me niego a no tenerte.
Porque resisto, lucho, por tenerte. De tanto soñarte tal vez un día, te me hagas realidad.

Y yo queriendo que te quedaras

Y yo queriendo que te quedaras
cuando querías irte.
Insistiendo en un pasado imperfecto
mis manos quisieron acariciar la sombra
de una que se había ido
y yo, sin darme cuenta.
Quise atraparte, encerrarte en un presente sin futuro
y tu, "¿para qué quedarme?" me preguntaste
y yo, que no tenía respuesta
que quisieras escuchar.
Se nos fue un invierno tratando de olvidarnos.
Se nos fue la vida por no lograrlo.

La cama vacía, la vana luna

La cama vacía, la vana luna
de cada noche.
Las voces rotas de gritar un te amo
que vuela hasta caer agotado en la tierra,
a menos de la mitad de la distancia
que nos separa.
Los días, las horas, el descubrimiento
constante de nuevas formas de extrañarte.
De aquí hasta allí, otra vez,
intento recorrerte en un poema que no te toca.
Tengo los versos cansados de tanto
no poder abrazarte.
Me haces falta donde antes me bastaba
el espacio vacío de una ausencia.
Ahora todo es nuevo,
redescubro el cielo, la luna, las estrellas
buscándote en ellas
como si fueras,
y sé que no lo eres,
un sueño que estaría por hacerse realidad.
Me muerde la ansiedad,
me pregunto si la luna está esta noche tan hermosa
porque tú la miras al mismo tiempo
que yo.
Me lleno de curiosidad por cosas que antes
apenas notaba.
Todo esta ahora más presente en tu ausencia
porque todo esto que toco y veo es el mundo,
es todo lo que tengo, todo
lo que me rodea,
y es y puede ser, cualquier cosa,
menos tu.

Una mirada cobarde tuve para ti esta noche

Una mirada cobarde tuve para ti esta noche
y he perdido este sueño
como un niño
cuando,
ante su primer amor,
no encuentra consuelo en el encierro
perenne de su secreto deseo.
Los mismos miedos me abrumaron,
tus ojos me perturbaron,
humillaron mi hombría,
los temí acechando mis noches más difíciles,
Me acobarde,
temí perderte y no tuve
el valor de luchar para tenerte.

Yermo páramo de soledades

Yermo páramo de soledades,
estériles, vacías.
Marchito el jardín de las rosas
no éramos, como pretendimos,
árbol perenne.
Ásperas las ramas desnudas,
clausuradas las venas con la savia escasa,
insuficiente.
Planta en la sombra infinita de un patio tapado,
durando
en la inercia tediosa de esta vida inerte.

Tu sombra es tu parte más dificil, tu olvido


Tu sombra es tu parte más dificil, tu olvido
tu después, tu nunca más.
Tus puertas cerradas, tu no, irremediable.
Como tormenta de verano dejas el sabor de una frescura
que se anhela y se ha disuelto lentamente
en el calor que vuelve con más fuerza.
A veces vuelves a pasarme como un milagro imposible
que se insinúa ante las propias narices.
Pero todo pasa y nada queda.
Como todo, como yo.
En este mismo cuarto bailabas tus canciones preferidas,
esas que copio sutilmente en mis versos esperando
un guiño de complicidad que no llega,
como nada llega, como nada vuelve.
Como vos, como todo.

En mi casa no hay huertos ni almendros


En mi casa no hay huertos ni almendros,
ni castaños decoran el vacío espacio
entre la huella que deja la rala visita.
Apenas un ramillete de hojas secas,
que alguna vez tuvo flores,
puede fingirse un jardín
en esta casa en la que no se oye
ni el canto de niños, ni risa de doncellas,
ni señores que manden, ni sirvientas que obedezcan.
Aquí habito sin que mi siesta turbe a las aves.
Algunas veces pienso en los días y otras
en las noches así como también
recuerdo cuando era mozo y amaba
con el cuerpo entreverado entre unas piernas.
Que aquí no hay cielo ni lo necesito,
y aunque un arroyo corre cerca necesidad
de agua tampoco he tenido.

Así, como te cuento, es la muerte
si alguna vez te lo preguntan.

El Amor (Poema en prosa)

Como todos, descubrió el amor cuando supo que no era el reflejo de un espejo lo que estaba mirando sino a una persona diferente, pero casi exactamente igual a él.

En tus manos


En tus manos
me recuesto
y duermo.
Muero.

La huella es el recuerdo de los pies


La huella es el recuerdo de los pies.
En ellas duerme la memoria olvidada
de pasos ya muertos en el tiempo
y es esta sencilla sombra que dejan
su paso por el mundo.

Al final del camino nos espera un árbol


Al final del camino nos espera un árbol
pequeño y humilde, de brazos delgados,
hojas suaves sin verdes brillantes
ni grueso tronco.
Pero de grandes raíces, profundas
que aran la tierra para alimentarse
y nutrir al caminante de savia fresca
para que descanse en la muerte.

Y cuando ese árbol se seque,
se abrirá nuevamente el camino.

Cuando llegue la noche...


Cuando llegue la noche aprenderé el sutil arte
del desamor.

Se cansa el camino de nunca ser descanso


Se cansa el camino de nunca ser descanso
y el árbol de dar sombra sin abrazos.
El caminante se cansa del camino y se olvida
de andar cuando lo adormece la sombra.
Es la realidad, conspirando contra el hombre,
encadenando la idea.
Es que llegada la madurez el fruto muere si no se come
y el hombre se seca si no florece.
Aunque mucho ande, el caminante sabe
que un día termina el camino
y lo que ha visto se muere un poco también
porque los ojos no cuentan historias,
solo las palabras, esas aves de alas cortas
y vuelo raso.
Caminante que no has contado tus pasos
para que otro los aprendan
no has vivido,
por mucho que hayas andado.

Hoy quiero escribir un verso capaz de enamorar


Hoy quiero escribir un verso capaz de enamorar
a una muchacha que me persigue los ojos.
Quiero escribir el suspiro excitado de una desconocida.
Ser el hombre en el sueño de una adolescente curiosa
de conocer el sexo.
Hoy quiero estar en tu deseo más que en tu cama
con la secreta esperanza de mañana
dormirme con tus fantasías cumplidas.

Una copla en la noche


Una copla en la noche,
luna coplera,
bombo legüero,
cuerdas nocheras.
Rasguña la nota una mano
curtida,
el paisano entona unos versos
de amor perdido.
Luna coplera,
mi amigo llora
con su guitarra:
la soledad asoma.

Acaricio el mármol de los bustos...

Acaricio el mármol de los bustos erigidos a los Césares,
con nostalgia los miro absorto en la muerte
que los arrebató y pienso
que ya nada será en este torbellino en altamar que es el tiempo.
Me retiro de los pasillos de la comodidad,
salgo a la pradera y camino en silencio.
Nace una ansiedad bajo la tenue llovizna romana y me quito
la piel y el cuerpo.

Como un mendigo, desnudo por las siete colinas del sueño del
Emperador
grito canciones de libertad al viento
y que oiga la barbarie lo que nombro
y se levanten contra el dueño de los mares.
Oscila el alma curiosa entre el templo y lo profano
como péndulo que marca el tiempo de una sinfonía inconclusa.

Tú me miras, yo no te veo y nos deshacemos.
La libertad está ahí detrás de esta puerta que mantengo cerrada
para no perderme.
Es el temor lo que me mantiene enjaulado
y la ansiedad es silvestre como las flores.
Una noche no tendré dónde dormir y armaré figuras con las estrellas
para no extrañarte.
Cuando me faltes, te pensaré.
Pero habrá una vuelta, secreta, entre el barro de mis botas.
Entonces habrá cuentos que contar pero ya no seré yo el que regrese
porque habré perdido en el camino los pies.

Vuelvo al palacio y los pasillos de los bustos y el mármol.
Fuera se oye el eco de las hordas bárbaras que vienen a imponer su
destrucción.
Yo, que estuve con ellos y quise ser ellos, temo y me escondo.
Cuando pasen por fin y todo vuelva a estar en calma,
otra lluvia me regará la ansiedad y volverá el péndulo a oscilar
entre el orden y el caos.

Cruza la noche un cisne blanco y llega


Cruza la noche un cisne blanco y llega
el sonido de un volcán desde un antiguo mito.
Esta noche el invierno está detrás de la ventana
y, aunque esté próxima la primavera,
tus manos sin alas no me llegan
ni tus palabras finales se marchan.
El aire estancado me ha dejado respirando
ese constante adiós de una tarde sin fecha,
pero que cada año se repetirá incesante
trayendo el recuerdo de lo que no he sido ni seré.

Detrás de cada hora está tu ausencia repetida hasta el hastío.
De tu presencia antigua solo un perfume imposible
se ha quedado aquí conmigo.
Los días que has confundido con aquella tarde
tienen el filo necesario para herir pero no me matan.
Un pájaro, más negro que la noche, se atraviesa al horizonte
que apenas sabe de este rayo.
De todos tus nombres solo uno recuerdo,
y los que he olvidado ya no te nombran.
Juegas con otras bocas porque ya no te toco ni me tocas
ni en la esperanza ni en el recuerdo.
Solo yo te nombro cuando sueño,
y ya solo sueño un sueño único.

La memoria perdida

La memoria perdida.
La esencia misma difuminada
en la confusión del olvido.
Momentos amontonados en la noche
negra sin recuerdos.
Tu imagen borrándose de mis ojos
como tranquilo manantial que fluye
hacia ese otro mar eterno
que es el pasado.
Mi heroísmo es, hoy,
mantener tu nombre por un solo instante
antes que, finalmente,
se borre de mis labios
y se pierda para siempre.

El olvido es ese otro río

El olvido es ese otro río
que fluye
con mansas aguas
a ese otro mar
que es el pasado.
El tiempo,
ese borrador de la historia,
está hecho de agua
que fluye hacia el olvido.
Los recuerdos que hemos falseado
son las diferentes muertes
de un único presente pasado.
Ya la historia,
que sobrevive inventada en
nuestra memoria,
no nos pertenece.
Ya somos otros,
tu, yo,
y nosotros.

Llevo en la sangre la sombra de una muerte

Llevo en la sangre la sombra de una muerte
negra y de lenta agonía contra la que toda lucha
es vana resistencia.
¡Alimentas mis alimañas con tu irreverencia!
Poeta alucinando el tiempo y los laberintos,
los cadáveres de mitológicas criaturas
que la humanidad ha olvidado.
Estoy sentado, figurado en el reposo
sin rimar el movimiento necesario
y urgente.
Tus ultimas palabras, las aladas,
se han quedado y duermen en mi regazo
como un animal de porcelana.
Decidida estás, a tu ausencia.
Tú, siempre, histérica y sensual,
de pie ante mi cadáver.
¿Me has dado todo o acaso todo era mio?
Hay veces que te dejas tocar sin ganas.
Y me creo el hombre de tus versos, ese es tu juego,
darme la confianza para destruirme
cuando me esté dilapidando en tu vientre
sin crear hijos.
Eres tú, la que me rompe cada vez que me tocas,
la que escapa luego de la primera caricia
para dejarme el ánimo navegando entre rocas
afiladas. Mis naufragios
son tuyos. Y mios.
A veces, me dejas amarte y corres
a contar mi insuficiencia a los extraños.
Fuera, la tarde no es otoño ni primavera
ni invierno ni nada. No hay campanas, ni praderas, ni pastores, ni rebaños.
Fuera es tu figura, la que nunca llega, o que solo viene a lastimarme
como una enamorada enojada y resentida por la desconfianza.
¿Acaso has visto fracasos más fieles que el mio?
Yo, enamorado.
Soy tu juego. El último hombre al que vas a tocar
una noche, cuando ya nadie te bese.
Más puta que cualquier hembra te amo y vivo y desvivo
entre tus piernas herméticas.
Juegas a no dejarme vivir.
Y siempre ganas.

                                             (Arte Poética)

Le lastimo al mundo su facticidad

Le lastimo al mundo su facticidad
con un irrefutable pensamiento que te nombra.
Le saco punta al lápiz para afilarme los versos
y herir el orgullo exagerado de una realidad física
que no deja de resultarme graciosa y escasa.
Le marco de tres tajos la mejilla a la distancia
y, cuando sangra, le duele el orgullo,
excitado y como fiera ofendida me devuelve el golpe
con la cruel realidad de no tenerte.
Arden un poco algunas líneas rojas en el antebrazo
y en el rostro burlonamente defendido,
pero le sigo dando pie a este duelo vano
que terminará un día cercano cuando te alcance
finalmente, con mis propias manos.
Ya hace mucho hemos vencido a la distancia.
Mientras, le sigo fingiendo al espacio este juego
de intentar separarnos. A veces duele
algún puntazo, de tarde en tarde, pero de noche
le hago trampas a esta realidad
cerrando los ojos y soñando contigo y con tu piel futura.

A imagen y semejanza de la sombra y de la nada

A imagen y semejanza de la sombra y de la nada.
Millones de individuos únicos e irrepetibles
jugando a ser la viva imagen de su Dios.
Acaso todos, y cada uno, lo sea.
Acaso ninguno lo sea ya y la evolución sea el pecado,
el éxodo obligado del Edén.
He sospechado alguna vez que el Dios de los cristianos
ha sido un mono bípedo que no evolucionó. .
Acaso seamos apenas el resto desdibujado de algún
animal prehistórico y carnívoro
más que de un ser capaz de la inteligencia y el arte.
La Belleza, sin dudas, no es un atributo divino.
Es más la guerra, la ira violenta y el hambre los rasgos de Dios.
El Dios de Abraham, de Jacob, y de Moisés,
el mismo que enseñó la guerra y el saqueo al pueblo hebreo,
no era un Dios de la belleza sino un fuego redundante
en las arenas del desierto.
A su imagen y semejanza se ha creado su mundo:
un fuego abrazador en un desierto sin agua.
Dios es el Obsoleto, la repetida
exageración de lo que ya sobraba.
Dios, el hambre y la sed en el desierto.

Cuida el recuerdo de lo que fuimos no sea

Cuida el recuerdo de lo que fuimos no sea
que una tarde cualquiera en otra cama y otros brazos
te olvides que alguna vez tus ojos brillaron al verme.
Cuida tu memoria lo más que puedas
para que no se mueran los monumentos
erigidos a nuestros nombres enlazados.
Procura no olvidar que fuiste feliz en esta vida.
Procura no conformarte con besos que te traigan recuerdos
de otros mejores. Ni abrazos que apenas te sepan a sombras.
Tú, que decidiste una tarde que ya no alcanzaba
con lo que antes sobraba para hacerte sonreír,
procura no olvidar que alguna vez fuiste tú
quien buscó estos labios con ansiedad y entusiasmo.

De tu mano a mi mano un mundo

De tu mano a  mi mano un mundo
se despereza en esta fría mañana
sin que pueda alcanzarte
mi brazo estirado y soñoliento.
Quisiera abrir los ojos y verte
como cuando te sueño.
Ser algo más que esta irrealidad
forzada de caricias soñadas,
crueles e inciertas como el imposible anhelo
de estar en un futuro
despertando contigo.

¡Qué hermosa la pena del poeta...

¡Qué hermosa la pena del poeta
cuando se hace poema!
Se enciende en los labios el verso
con solo leerlo
y se le olvida a uno
que en todo este mundo
no tiene el abrazo
que tanto se anhela.
¡Quién pudiera ser poeta
y hacer de esta tristeza
un bello poema!

Te quiero, solo eso.

Te quiero, solo eso.
Lo demás me es extraño
como el hielo de las calles
esta mañana que despertamos abrazados.
Te quiero, así de simple.
Así desnuda en una mañana fría
que poco nos importa.
Te quiero, así abrazados,
así gastados.
Te quiero, y ya te extraño
antes de levantarnos
y ponernos los disfraces
de personas
que trabajan y viven
entre personas.
Te quiero porque quiero.
Con este beso cálido
que pronto olvidarán las bocas
cuando choquen de frente
con la helada mañana.

Tengo herida la muerte

Tengo herida la muerte,
de cuatro heridas,
Algunas son tuyas,
otras son mías.

Tengo un pájaro herido,
las alas rotas.
La esperanza duele
¡siendo tan poca!.

Tengo versos tan tristes
que no tienen rima,
de tu ausencia o la mía,
no lo sabría.

Tengo herida la vida,
de cuatro heridas.
Algunas son tuyas,
otras son mías.

Existe un libro con un único poema infinito.

Existe un libro con un único poema infinito. Cada verso narra un beso y en la suma total de ellos están escritos todos los besos. El Poema está compuesto en estrofas que hablan de dos únicas personas. Sin embargo, es éste el único libro de la Biblioteca del Destino que admite una lectura desordenada, y así muchos han leído dos o más de las estrofas propias a un mismo tiempo.
 No hay dos estrofas que contengan la misma cantidad de versos. Conocemos el momento exacto en que empezamos a contar las sílabas de los versos que nos han sido destinados. Pero no el momento en que se gastan los versos que se nos dieron.

Final para un monólogo

Debe ser difícil no saber doblarse con el viento.
Que la brisa más leve te quiebre.
Que no te alcance la vista para ver el mundo.
Querer tener siempre la razón y no entender
que ahí, justamente en la razón, se te acaba el camino.
Me gusta equivocarme porque así puedo corregirme.
Si te doy la razón te obligo a sentarte sobre ella
y allí donde crees que duerme tu gloria
yace muerto tu espíritu.
Mi mejor defensa será convencerte
de lo perfecto de tus argumentos.
Empecé jugando para reírme y terminé
riendo de tu pequeño mundo.
Corro a esconderme para que tú me busques,
y tú me buscas, pobre hombrecito,
¿no ves que cuando me encuentres se termina el juego?

Tú y yo (Suiseki)

Tú y yo,
medio beso
cada uno.

***

Tú, yo
tuyo.

***

Tú eres,
a mi me haces.

***

Tú,
mi argumento.

***

Tú me curas
de lo que me enfermas.

***


con
migo.

***

Tu
mano
sueña mi pecho.

***

Tú,
desnuda.

***

Yo,
tú y él.

Tres veces he perdido

Tres veces he perdido las llaves de mi casa,
un par de lentes, una corbata,
una lapicera, regalo de aniversario.
He perdido hasta la sana costumbre de pensarme vivo.
También alguna que otra media se me pierde.
Seguido olvido algún programa, algún concierto.
Cinco cumpleaños seguidos de un buen amigo.
Todos los números de los telefonos.
La dirección de la casa en que vivías cuando te conocí.
De madrugada salgo a comprar los cigarrillos
que a la tarde olvido comprar en el camino.
Seis promesas a un dios que también he olvidado.
Entre las muchas cosas que olvido quisera contar tu nombre.
Y es tan extraña y caprichosa la memoria
que aún recuerdo tu cuerpo,
aún cuando no lo he visto desde mucho antes de irte.
Se me confunden los días de la semana
y casi todo se me olvida
pero tu nombre y tu recuerdo nunca se apagan.

Oye el clamor de los cielos que truenan.

Oye el clamor de los cielos que truenan.
Oye esta queja de los que nos han soñado
¡Que terrible pesadilla hemos sido!
No he sido ni seré maestro de nadie,
menos aún de retractores.
Les he dejado mis versos desnutridos
para que puedan ponerme
bajo el peso del madero.
Y sin embargo vienen a acusarme
de lo que me he disfrazado.
Vieron la máscara y no el rostro.
Que no tengo inteligencia, dicen...
Soy el laberinto circular del asterión.
No podrán jamás concebir lo que es vivir
en mis pasillos repetidos,
recorriéndolos infatigablemente
en busca de ese monstruo
que al fin termine este suplicio.
Tengo más de cien poemas que merecen el fuego:
si los queman, me quemo y muero.
No siempre la victoria se les regalará de esta forma.
Un día voy a superar esta lástima
que me hace amarlos
y voy a escribir
los odios más feroces
y el fuego
ya no podrá quemar mis versos.

De tu partida

De tu partida
tengo la fecha
sentida y triste.

Siguió la vida:
yo no he podido
seguirla a ella.

En mi tristeza,
no olvido el día
de tu partida.

Como la vida

Como la vida,
en el hogar la leña
se quema lenta.

Quiero robarle el tiempo a tus besos

Quiero robarle el tiempo a tus besos,
distraerlos con juegos inocentes
para que aquí se queden hasta la muerte
de todas las muertes.
Quiero asesinarte la marcha hacia la distancia,
que te quedes, por quedarte, aunque
no sea más que el simple olvido de irte.
Quiero encerrarte entre tus propias piernas
para que no camines de vuelta hacia tu casa,
hacia el espacio donde me eres tan ajena.
Quiero atraerte, atraparte, atravesarte de un beso
último y definitivo antes que decidas irte...
y que te quedes.

Estas quieta en el rincón de la habitación

Estas quieta en el rincón de la habitación,
desnuda, refugiada de la luz que lucha
por ponerte algunas sombras
y hacer más cierta la belleza que tu escondes.
No miras más que una ventana
en la pared opuesta y estás triste
como si todo hubiera muerto esta noche.
¡Con cuánta destreza construimos esta soledad!
¡Con cuánta precisión!
Solo una cortina dejándose amar por el viento
parece tener vida en este cuarto
donde velamos los instintos agotados,
desgastados y viciados de reproches y renuncias.
Detrás nuestro, nuestros pasos, volviendo a la muerte.

Perderme dos segundos

Perderme dos segundos
en el abrazo infinito
de tus piernas.
El paraíso.

Es tiempo de hacernos pájaros

Es tiempo de hacernos pájaros,
de sortear las cumbres que nos separan
con simples movimientos de los brazos
y quitarnos al fin este beso de la boca.

Las últimas hojas del otoño han muerto

Las últimas hojas del otoño han muerto.
El invierno es dueño y señor de los cuerpos solitarios.
En medio de la tarde más fría esta lluvia
me trae de lejos las ansias de un cuerpo que extraño
en cada detalle, sin importarle al deseo
la irrealidad de esta imagen que no te corresponde,
porque no has estado nunca entre mis brazos.
Pero sin jamás haber llegado a tocar esa piel
la conozco de haberla soñado tanto y tanto
que anhelo cada sombra de tu cuerpo entre mis besos.

Traigo las manos sucias del polvo del mundo

Traigo las manos sucias del polvo del mundo,
la planta de los pies gastadas.
En la ventana que solía apoyarme
unos brazos cansados me esperan
confiados en mis promesas.
Soy, o he sido, un peregrino gris
de larga barba y pelo ralo.
Elegí ser amante del camino y despreciar
los brazos que cobijan en invierno.
Pero este frío es el aliento de dioses ofendidos
y siento en la sangre la urgencia
del calor que tú me ofreces.

Es que ahora que el tiempo

Es que ahora que el tiempo
ya no es más el enemigo,
que he dejado de vivir de los recuerdos
y ningún pasado puede hoy
tocarle el hombro a mi nostalgia,
viene a ser esta distancia
la fiel amante de mis noches.

Tu voluntad es la de la ausencia

Tu voluntad es la de la ausencia.
Es tu decisión y eres libre
de afirmarte en ella si así quieres.
Mi voluntad es la del recuerdo.
Soy libre también de escogerlo,
no puedes negarme ese derecho.

Sentarme una noche fría como esta

Sentarme una noche fría como esta
a escribir. Con tu compañía.
Tomando mate, fumando
algún cigarrillo.
Atentos al silencio de la niña
mientras duerme.
Entre verso y verso un comentario
de lo que ha sido el día.
Si te descuidas,
entre mate
y mate,
un beso.
Una noche de estas,
no es una utopía,
una noche de estas
nos haremos compañía.

                                                                                   (A Adriana)

Mis palabras, mudas...

Mis palabras, mudas,
tus Cielos, despoblados.
Ha llovido todo el año,
no hemos visto un sol
en mucho tiempo.
Ya he perdido las ganas
de un cuerpo que apenas recordaba.
Ya no sé quién eres ni quién eras.
He perdido tu recuerdo,
tu imagen no es la palabra
que creaba un universo
en el principio,
sino unos cuantos versos tristes
de nuestra propia indiferencia.
Ya no recuerdas tus tardes felices
ni las campanas de las siete
cuando debías irte.
Tus sombras ya no ocupan los espacios
que ocuparon ese rincón
que pudo ser tu hogar.
Debiste dejarte inventar como te quería.

Tener la sombra inquieta de un árbol

Tener la sombra inquieta de un árbol
o la inquietud de un árbol sin sombra.
No dejarse engañar por la insensiblidad
del piano ante los acordes rotos
de una modulación obscena y vanguardista.
Defender el verso con honesta irreverencia,
evitar que caiga en la desgracia infame
de una boca que no supo merecerlos.
Tocar el poema con el arte y la paciencia
de un ebanista ciego que recuerda los colores.
Violentar el cuerpo con cuatro obscenidades rimadas.
Desempolvar la métrica y el ritmo y dar en tiempo
y forma la bofetada que el lector ha buscado.
Ser el sol cuando haya muerto y nadie lo recuerde
así entre el hielo de los huesos alguien piense
"Era éste el tibio sol que no apreciamos".
Ser la noche con la muerte contra el marco de la puerta
fumando el último respiro de un cadáver
con su sonrisa de puta despechada que han violado.
No cuidar el sueño de ningún pueblo, más aún,
ostentar el pan allí donde el hambre es más impune
y ofenderlo hasta la revolución.
Abofetear al hombre que sin merecerlo tiene
el amor de la mujer amada.
Insultar los salones en los que ovacionan y buscar
siempre el aplauso entre los mancos.
Vivir indignado ante el elogio y morir feliz
de no tener un sólo éxito.
Escarmentar a  las señoras de hombres célibes, y
apiadarse de ellos sin llegar tan lejos como ser solidario.
Matarse uno mismo y que el suicidio salpique
la blanca camisa al asesino.
Vivir con la justicia y morir impune.
Que en la lápida graben este último verso:
"Poeta del que al fin descansaremos".

(Arte poética, Tandil, 16 de junio, 2011)

Hoy me animé a decirte unas palabras

Hoy me animé a decirte unas palabras.
Mañana quizá tenga una esperanza.
Pero en el medio está la noche,
negra y vacía como siempre.
Tal vez un día sepas que fuiste estos versos
y te rías.
Quiera el cielo que entonces
esté también mi risa y no mi llanto.

Estás ahí, en la puerta de un sueño imposible

Estás ahí, en la puerta de un sueño imposible.
Un nombre solamente te nombra y te conoce
y por la noche lo pronuncio
con la triste ilusión de hacerte carne
entre mis brazos.
No imaginas que hoy te hablé
para romper al fin
el secreto de mis ganas.
Apenas si sabes mi nombre.
Apenas si sabes mi rostro o mis manos
y aún así no puedo quitarte de ellas.
Mañana me leerás sin sospechar
que debajo de estas líneas está tu nombre
escondido.
Pero hoy que al fin tuve el coraje
de romper el silencio,
puedo nombrarte
con una mínima esperanza
de tener, alguna vez,
la bella noticia de mi nombre
en tu boca una mañana.

Me está faltando imaginación

Me está faltando imaginación
para pensarme en otros brazos
y dejar de extrañarte.
Ya no duermo, no sueño.
Ya no resisto siquiera a tu presencia
inventada y me dejo desvelar
por el recuerdo de tus formas
de mujer.
Me has vencido aún sin saberme,
sin quererme.
Me desconoces todo
y ya me tienes esperando.
¡No es justo que te piense tanto!
¡No está bien este abuso de belleza!
Debieras ser más cauta:
el corazón se rompe con menos que esta nada.

Me había quedado dormido

Me había quedado dormido
al tibio calor del sol.
Pero entonces,
en un descuido, se nubló,
y me despertó el frío de tu silencio.

Eras el último ocaso del otoño

¿Eras el último ocaso del otoño
o el primero de un largo invierno
que llegaba con su muerte?
A tu paso todo era hojarasca
de sueños secos y utopías
quebradizas bajo el pie aplastante
de esta humanidad.
No esperanzas si no desvelos traías.
Horas de insomnio gastado
y escarchado en la ventana
de un balcón vacío.
Eras lo último que esperaba
y sin embargo, lo primero
que noté cuando llegaste.
Y tan de la nada también te fuiste.
Un día llegará en que volverá la primavera,
aunque ya no la espere,
aunque ya no sueñe con ella.

Infinitos insectos minúsculos de incontables patas

Infinitos insectos minúsculos de incontables patas
me caminan las venas polvorientas
como arañas inquietas y desesperadas
que luchan por salir.
Me hago trapo viejo, estropajo abandonado
en el estante más alto de un anaquel
vencido por el peso de los años
en un galpón olvidado.
Es la hora del insomnio, de la lucha interminable
con la prisa y la eterna frustración
de ser un ser biológico roto
y desgastado. Inoportuna
y prematura vejez,
innecesaria.

Una mujer se me llevó el silencio

Una mujer se me llevó el silencio.
Me ha dejado solo y ahogado
entre palabras que hago versos.
Maldita su costumbre
de inspirame los poemas más tristes,
los versos más cenicientos.
Esa mujer y su costumbre
de expandir el universo al infinito
y hacerme tan pequeño
como la minúscula sombra
de la espina más chica de una rosa
que no dará capullos
nunca.

Tu ausencia es negra, incierta y...

Tu ausencia es negra, incierta y
desesperante como las tardes de encierro
por la lluvia y el frío.
Tu ausente cuerpo presente en la cama
en la que vivo sin tus formas
acompañando a las mías.
La tarde es ciega y el amor es triste.
No hay mucho más que hacer más que pensarte
y mirarte con los ojos cerrados para verte
como detrás de un vidrio empañado.
Tu ausencia es gratis, y sin embargo
¡cuesta tanto!

No quiero falsas esperanzas

No quiero falsas esperanzas.
Si no tienen de las reales para darme,
dejen que me invente las mías.
Que mis sueños son pequeños
pero tienen las manos llenas de poemas
y saben de lucha más que de amores.
Porque he sido anciano hace muchos años
y hoy soy joven en edad de árbol.
No le tengo miedo al fracaso ni al duelo.
Me he muerto tantas veces que ni una vez
recuerdo. Vivan los que quieran este mundo.
Otros vamos por alguna estrella
para enamorarla.
Déjenme dormir sin esperanzas,
buscaré en un sueño los versos de mañana.
Que de las ruinas de los sueños
que tenga esta noche
me haré una utopía para darte.

Todo se ha marchado hacia un puerto

Todo se ha marchado hacia un puerto
desconocido y lejano, solitario,
sin faro ni habitantes.
Todo ha muerto en la ceguera de un ave
que ha olvidado las nubes y el cielo.
Está, detrás de cada gota, la lluvia en las ventanas.

Hoy es la tarde, la noche, pero nunca la mañana.
Es de día aunque no te vea ni te sienta
más que como un ausencia lejana.
De pronto te has ido, dejándome solo
en la compañía de toda esta gente que no me siente.
Quien eras ya no soy.

Todas las tumbas repiten epitafios en este cementerio
vacío y sin sobresaltos.
Entre estos mundos estamos los dos
y los dos somos dos mundos en diferente órbita.
Era tu pez.

Y hoy respiro con lo que puedo
un aire viciado y húmedo
que solo alcanza para dejarme esta nostalgia del agua infinita de los mares.
Fuera no hay lluvia que baste para lloverme
como me llueve dentro de mi propia casa.
Debajo de mi propio techo no estoy en mi propia casa
Quien sepa alimentarme me salvará del hambre,
mas nunca de la soledad.

Hay un animal durmiendo la siesta en tu regazo,
donde yo solía recostarme por las tardes.
Afuera todo es tristeza y frío y humedad,
adentro, solo el calor tibio de una chimenea me acompaña.
Toda la leña que junté para abrigarte,
hoy es triste recuerdo una tarde que volví al hogar
sucio, a salvarme del frío en tus sonrisas.
Los pobres, ahora, son más pobres, y los ricos,
más miserables.

Todos los hombres son el enemigo,
todas las mujeres, tu recuerdo.
Quien ha muerto alguna vez en esta vida,
toda la vida seguirá estando muerto.

Siguen acechando tus nombres

Siguen acechando tus nombres,
tus muchos nombres, mujer,
que creí muertos.
Como grabados con un filo en la corteza
doliente de un árbol
que resiste al tiempo insobornable.
No bastó con matar cada una de sus letras:
ellos vuelven,
primero en sueños, después en pesadillas.
Las iniciales olvidadas de un nombre de mujer
han vuelto.

Arruinas el calendario con tu constante presencia

Arruinas el calendario con tu constante presencia
y tu abandono infinito.
No medí esfuerzos en sembrar luces
para qué, con unas cuantas palabras,
me cosecharas sombras oscuras
por todas las noches sin sueños
que me dejaste.
Creces en mis pesadillas atormentada
por mi anhelo irrevocable de volver a tenerte.
Un día, Recuerdo,
voy a borrarte y desterrarte
de mi pasado, para siempre,
y aprenderás a ser, de nuevo,
futuro.

Fue tan solo un hombre

Fue tan solo un hombre. 
Pero a lo largo de su vida 
supo ser el mundo de tres mujeres.
A cada cuál la amó como corresponde
a un hombre agradecido.
Las respetó cuando debió hacerlo,
y cuando no, las amó como 
aman los animales:
sin pudores ni sutilezas.
Tres amores tuvo perfectos
y acordes al momento.
Jugó a los amantes
con la primera y más fresca flor.
Con la madurez de un árbol fuerte
le dió un hogar a la segunda.
Ya anciano, descansó sus aguas mansas
en la orilla sabia de su viuda.
Cuando murió,
la primera lo lloró como se llora
un recuerdo. La segunda
lo lloró desconsolada.
La tercera murió con él.
El hombre sabía aprender.
Y aprendió el amor hasta la muerte.

La mariposa tiene un único día

La mariposa tiene un único día
para conocer las flores
y, aún así,
aprende a amarlas
porque no sabe que mueren
y las cree eternas.

Cada gota que has derramado

Cada gota que has derramado
se ha hecho criatura
de tus abandonos.
Así como tu te conoces
en cada fragmento de tanto rearmarte
y reconstruirte,
no olvides, que el tiempo
te observa, te sabe.

Estos días he intentado

Estos días he intentado
evitar que el futuro conozca
los pasos que he dado
por que no los aprenda y los repita.
No sea que una mañana despierte
en otra mañana vieja
que he gastado en mi pecho
entre humo y oraciones.
Ahora que nuevos brazos retoñan
del tronco talado que no venga
el otoño a secarme las hojas.
Que el verde crezca ahora que el sol me abraza.

De qué hablé cuando escribí...

¿De qué hablé cuando escribí
los versos de las blancas mariposas?
Las palabras se me sublevan
y dejan de rimar cambiando el sonido
para entonar otros nombres.
Seguro, me aprendía mis versos
creyendo saberlos.
Pero nunca han sido mías las palabras
ni los versos:
el capricho de un Dios vulgar y juerguero
me los ha dictado, borracho,
y son mi burla.
Hoy quisiera entender el susurro
de todas mis voces,
pero nada escucho más que risas.
Las blancas mariposas,
mientras tanto,
siguen acechando.

Estarás esta noche pensando en mi

¿Estarás esta noche pensando en mi?
Tal vez esta noche sea solo yo
pensando en un nosotros
que dibujo y desdibujas
en un juego de semánticas inútiles.
¡Tantas palabras de tu boca a la mía
que quisiera reemplazar por besos!

Soy la sombra de un hombre

Soy la sombra de un hombre
que se cree poeta.
Me nombró en ciento setenta versos
y en una rima iluminada
me despertó la vida.
Ahora vivo aquí.
Hasta que se apague la luz.

Sombra en pena
tratando de alcanzar la luz
para apagarla y descansar al fin.

Tuve miedo

Tuve miedo,
me sentí cansado.
Sentí que la lucha
estaba perdida.
Entendí tu hastío,
tu desgano.
Quise que me sintieras
a tu lado
levantando tus brazos.
Te falté,
ahora me faltas tú.

Necesito un beso

Necesito un beso.
Un beso cálido sin fecha,
sin recibo.
Necesito un beso
anónimo y cierto.
Un beso invisible
para que no lo vea
la gente.
Necesito un beso
nuestro.
Ni tuyo ni mio.

Hoy quiero estar aquí y ser este que escribe

Hoy quiero estar aquí y ser este que escribe.
Olvidar el maltrato diario de lo cotidiano,
salirme de esta cabeza enferma de convencionalismos
sociales donde el fracaso es el éxito irreal de la fortuna.
Hoy quiero encontrarme con este verso fastidiado
que me acecha desde el rincón más fatídico
de mi mal humor.
Hoy no estoy, no he venido, ni vendré,
seré el poeta, el que fabrica versos,
el que muere lento en el corazón de una mujer solitaria.
Hoy quiero abrazarme y sentirme cuidado.
Devolver el golpe de látigo al que impera
sobre las ideas y los sueños.
Hoy quiero asesinar la mala vida
y la buena muerte que uno espera sin esperanzas.
Hoy volaré alto para mezclarme con las nubes
y que esos cuantos que no ven el cielo no me vean.
Quiero refugiarme en un abrazo lastimero
y acobardarme como perro callejero
para mostrar los dientes al inocente transeúnte
cuando menos se lo espere.
Hoy me voy a dormir en los brazos que me cobijen
sin pensar en amores ni hacer promesas.
Hoy no me hables, no me busques.
Si quieres mis palabras,
lee mis versos. Que son más mios que yo mismo.

Una mujer que me abrazó sentados en la luna

Una mujer que me abrazó sentados en la luna,
me dejó esta nostalgia de noches heladas.
Con dedos de estrellas me acariciaba.
Algún cometa besador se me metió en la boca
una noche negra y me creí la vida
y la poesía y le escribí cien versos
en setenta y siete poemas.
Le planté caricias de luz y aire entre
las piedras de la tierra seca y árida de mi cuerpo.
Una mujer blanca, de nubes grises y azules
que me tendió en su lecho una noche de enero
y me beso el pecho con sus sueños buenos
y tiernos de almohadas de humo blanco.
Duró una luna mi aventura por sus faldas
y en sus piernas me creció una enredadera
que aún hoy germina y no termina.
Mujer: ¡de luna has de estar hecha
para que mis noches sean tan tuyas!

Hoy que esperaba una nube

Hoy que esperaba una nube
llegó el destino a traerme sus tormentas.
No hubo tregua ni descanso
y los brazos acalambrados y heridos
intentan un último golpe contra este viento
que trae pestes en su lomo.
Las tropas de los vencidos duermen
en el campo de batalla un sueño de victoria.
Los vencedores celebran con vino y orgías
el triunfo de sus altos ideales.
El mundo está cambiando,
se está haciendo más chico.
De todos lados llegan voluntarios
a reunir los cuerpos mutilados
para darles sepultura.
El mundo dentro de poco será de los caídos.
¡Alegría! Pronto los muertos marcaran el camino.

He contado las flores, las aves, las tardes de sol

He contado las flores, las aves, las tardes de sol,
y me han devuelto en abrazos los versos que
garabateo como dibuja un niño.
He amado hasta el cansancio y me han dado
algunos besos de esos
que se recuerdan siempre.
He tomado de la mano a mis mujeres
para pasear bajo la lluvia,
y aunque hoy no estén,
viven siempre en mi poesía.
He soñado con tocar las nubes,
y he volado en sueños.
He caminado y he golpeado puertas
que siempre estuvieron abiertas.
He sentido el mundo como una calesita
y ahí estuvieron esos brazos,
para evitar que caiga, mareado, en el barro.
He sido el poeta,
el hombre que amasó ternuras
para hacer panes.
He sido yo,
sin tener que ser otro
porque en mis versos duerme siempre
una mujer desnuda
para aliviarme las penas.
He sido esto que guardan:
he sido el poeta
porque han leído mis versos.

Este momento inquieto que llamamos presente

Este momento inquieto que llamamos presente
es todo lo que nos queda del pasado.
Las lágrimas y  las risas
se han ido a otra tierra
donde ya no existen.
Para seguir mi camino
suelto el pasado y me hago nadie.
Una hoja en blanco.

Tu belleza o tu inteligencia me sobran

Tu belleza o tu inteligencia me sobran.
Para quererte no necesito excusas.
Me basta con quererte.
Quererte en la informalidad
de un beso distraido.
Te quiero como a una nube
a la que no se pide
coherencia ni forma:
se la ama por caprichosa,
por las tormentas que guarda.
Te quiero suelta de lazos
y cadenas,
te quiero libre
para que tú me quieras
como yo te quiero.
Me alcanza tu abrazo para quererte.
Me alcanzan tus besos para quererte.
Te quiero porque quiero quererte
aunque seas tú la que se haga querer.
Te quiero y nada más que eso.
Lo demás me sobra
para quererte.

Tenerte entre mis brazos de sueños

Tenerte entre mis brazos de sueños
sin tenerte. Soñarte despierto.
Alcanzarte como a una sombra,
rastrear el aroma de tu pelo
en la corriente de un rio tempestuoso.
No estar en tus brazos despiertos,
no estar, y conformarse con eso.
Saber de tu aliento el recuerdo,
ansiar con todas las fuerzas
un beso. Que no estés. Que no seas.
Tristeza y recuerdos de un perro muerto.
Tu cuerpo vivo y ausente
en la frente, entre ceja y ceja.
Corona de espinas.
Tu estrella en el cielo, en la tierra
esta pena. ¡Qué pena!
¡Qué pena tan grande tener que no tenerte!

Tenía un negrito en mi casa

Tenía un negrito en mi casa
chiquito y con la panza hinchada.
Jugaba el negrito a contarle
las manchas a una jirafa.
Era feliz mi negrito,
saltando y rugiendo
creyendose rey
en su selva.

Tenía un negrito en mi casa
que era mi hijito.

Tenía un negrito en mi casa
que un día lo cazaron.
Como a bestia cadenas
le ataron.
Y lo llevaron lejos, al mercado.

Tenía un negrito en mi casa.
Sabrá el Dios de los blancos que cosa
cantaba el negrito
en el arrozal, esta mañana.

Era el poeta que en su propio invierno

Era el poeta que en su propio invierno
sembró la primavera.
Regué de flores y árboles los jardines secos.
Me vestí de pétalos,
me dibujé mariposas en la boca del estomago
y pinté mis labios con amores.
Por un tiempo fui el poeta que soñaban mis versos.
Fui libre y fui valiente.
Y mis flores te enamoraron,
y te hiciste mía.
Y te amé como a mis flores.
Y te amé.

 ¿Ahora vienes con tijeras a podar mis flores?
Te nombré mi primavera y te vuelves otoño
de árboles que agonizan.
¡Mira la belleza de mis flores!
Mira como las pierdes,
¡cómo me duelen tus manos de tijera
que mis propios versos huyen de ellas!

Poeta, que tus versos no mueran

Poeta, que tus versos no mueran
en la indiferencia o la ignorancia.
Quien te lea ha de sentir verdades aunque duelan.
Llena tus versos de flores, pero más de espinas.
Brinda alas a tu poesía y déjala que vuele,
que su propio destino lo decidan ellas.
Nunca te aferres al pasado más que para inventar un verso,
ni sueñes un futuro que no rime con tu noche.
Solo escribe; en tu soledad vive de tus letras.
La fama es más puta que compañera, no la quieras
más que para un rato en tu cama.
Tu canto, que sea valiente, que enfrente al retractor,
y al enemigo, pero más que a cualquier otro,
al indiferente, porque al menos,
tu enemigo tiene algún sentir y eso le cuentas.
Poeta, eres y serás por siempre.
Tu jaula serán tus versos: no tú, sino ellos, volarán.
Tus piernas habrán de llevarte tan lejos como sea, pero tus versos 
no serán la mula de tu nombre.
Escribe, rima y sueña en tus papeles hasta que el 
día llegue de tu muerte. Muere tú, Poeta,
sabiendo que no habrá muerte para tus versos.

Que tengo carne y huesos como todos

Que tengo carne y huesos como todos
no es novedad ni mentira,
pero tambien tengo este otro cuerpo
para amarte: mis poesías,
mis canciones.
Podré ser hombre como todos
con los pies atados a la tierra,
pero tengo alas de palabras
hechas verso.
Podrás decirme "amor" como a cualquiera,
pero jamás seré en tus sueños
un amor cualquiera.

Voy a tocarte el pecho con una palabra

Voy a tocarte el pecho con una palabra,
a acariciarte de una forma nueva,
que sepas que a mi paso dejo huella
y que la estela de mis sueños
no se borra con el viento.
Voy a abrazarte con el alma tibia,
a envenenar tu invierno para que sepas
que aunque sea de barro como todos
en mis manos tengo pétalos
y a en mi sombra se vive para siempre
aunque me olvides algún día.
Voy a escribir un verso que no olvides,
que te acaricie la cintura cuando te bese,
que te muestre que en mis brazos
no se muere.

Hoy salgo a buscar flores para tus trenzas

Hoy salgo a buscar flores para tus trenzas
amarillas. Quiero adornarte de nubes
profundas como tus ojos.
Anoche me dormí sin darme
cuenta abrazado a un recuerdo
de hace tiempo.
Cuando desperté me estabas hablando,
y fue tal la sorpresa que no
pude escucharte.
Nunca te dije quien soy,
y me arrepiento de no haberte
enamorado aquella tarde.
Una noche te ví en mi ventana
y supe quién era. Sin embargo,
nunca te dije que empecé mis versos
hablando de tus ojos verdes
y he dejado que pasaras por mi casa
sin hablarte.
Hoy he salido a buscar flores para tus trenzas
amarillas. Quieran tus manos recibirlas
y amarlas como aquella tarde.